Las vísperas de Albert Einstein

El fantástico encuentro de Albert Einstein con Mefistófeles

Texto teatral basado en la vida y obra de Albert Einstein y en la adaptación libre del cuento "Las vísperas de Fausto" de Adolfo Bioy Casares.

Personajes
Albert Einstein
Mefistófeles

Epílogo

Albert: (Albert está sentado al escritorio. En su mano derecho tiene una rosa roja. La observa minuciosamente. Sin avisar ingresa Mefistófeles. Albert se sorprende) ¿Qué haces aquí? Todavía no es la hora.

Mefistófeles: (Sentándose en la otra silla) Yo no dije lo contrario...

A: (Poniendo la rosa en el florero) ¿Por qué viniste antes, entonces?

M: Vine para hacerte un ofrecimiento.

A: (Angustiado) ¡No quiero nada! ¡Esto se terminó!

M: Ni siquiera me vas a escuchar.

A: (Angustiado) ¡No quiero escucharte!

M: No seas desagradecido, Albert.

A: ¡¿Qué debo agradecerte?!

M: Posees todo lo que deseabas. Tuviste un premio Nobel. Eres el científico más popular. Sales en las revistas frívolas retratados con famosos actores y actrices de Hollywood. Tu teoría perdurará eternamente. Tú deseabas eso Albert.

A: (Con angustia) ¡Me equivoqué! ¡Me equivoqué! ¡Perdí todo! ¡Me equivoqué! ¡Amaba a Mileva! ¡Amaba a mi hija! ¡Y las abandoné! ¡Perdí el amor de mi esposa! ¡De mi hija!

M: (Luego de un silencio. Con énfasis) Cuando nos desplazamos en el tiempo también viajamos en el espacio... ¡genial Albert!

A: (Reacciona agresivamente) Newton estaba equivocado. No existe el tiempo independiente del espacio... (Más tranquilo) Siempre viajamos en el tiempo y en el espacio aunque no nos demos cuenta... por eso en un futuro no muy lejano el hombre va a poder viajar en el tiempo...

M: (Con énfasis) La velocidad de la luz en el vacío siempre tendrá el mismo valor sin importar el movimiento de las fuentes ni del observador... maravillosa revelación Albert.

A: (Interrumpiéndolo con tono poético. Ilustrando con el cuerpo) No importa si estamos en los fuegos, si estamos en las brumas o en un cielo de cristal. La luz siempre se mueve igual. Como las agujas del reloj en un vendaval... (Con tono reflexivo) La luz siempre se mueve igual, extraño enigma de la naturaleza.

M: (Con tono exultante) ¡Y la belleza matemática y conceptual en su máxima expresión! (Remarcando cada palabra) Energía igual a masa por la velocidad de la luz al cuadrado. ¡Tú gran obra maestra Albert!

A: (Con angustia) No, no, ese fue mi gran error, mi gran error.

M: No Albert, fue tu gran obra la humanidad te lo va agradecer.

A: (Con angustia) ¡Sino le hubiese escrito esa maldita carta a Roosevelt!

M: ¿Hubieses preferido el triunfo del enemigo Albert?

A: ¡Detesto los ejércitos! ¡La barbarie! ¡La muerte!

M: El mundo funciona así Albert. Es el camino de la evolución. No te equivocaste. Fue el triunfo de la razón Albert. De la verdad limpia, sin ambigüedades. El hombre nunca se equivoca. Siempre elige el camino que debe elegir.

A: (Con angustia) ¡Dos ciudades destruidas! ¡Tanta muerte! ¡Tanta destrucción! ¿Para qué? ¿Para qué? Mi saber utilizado para la muerte.

M: Todo acontece como debe acontecer Albert. La humanidad va por el camino que debe ir, la barbarie, la muerte, el odio... son manifestaciones inequívocamente humanas necesarias para la evolución de la humanidad Albert...

A: (Con angustia. Para sí.) Si hubiese elegido el olvido en lugar de la gloria.

M: La humanidad necesitaba de tu gloria Albert.

A: (Luego de un silencio. Con angustia y ansiedad) ¡Te propongo volver al pasado! ¡Te propongo volver al pasado y romper el pacto!

M: El pasado es inalterable, Albert.

A: ¿¡Acaso no eres poderoso!?

M: El pasado sólo perdura en la memoria. En ningún otro lado. No eres culpable de nada Albert. Abandona tu soberbia. Ningún hombre puede elegir. (Con risa irónica) El libre albedrío es una cualidad que se le atribuye al hombre para esconder las debilidades de ese pobre “Dios todopoderoso”. Hiciste lo que debías hacer. Todos cumplen su labor con eficacia. Hasta ese pobre “Dios todopoderoso”. Nadie puede desviar el rumbo de la humanidad en esta dimensión de existencia Albert. Ni tú ni nadie. Todo acontece como debe acontecer. (Luego de un silencio) Bueno Albert es el momento.

A: (Mira fijo a los ojos a Mefistófeles. Como si alguien le estuviese dictando un texto) De los sueños de los cerezos, se desprenden incandescencias. Mares helados las revelan. Y desatan la tormenta...

M: (Superponiéndose a Albert y con un tono irónico nervioso) ¿Qué dices Albert? ¿Acaso estás desvariando? (Risa nerviosa) ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!

A: ...Vientos blancos abonan desiertos de conciencias. Entonces, otro mundo es posible. La revolución es esencia. (Se detiene. Fijando su mirada en los ojos de Mefistófeles.)

M: ¿Qué dices Albert? ¿Te has vuelto loco?

A: En tanto el hombre pueda hallar una metáfora, tú triunfo no estará asegurado.

M: (Risa nerviosa y desaforada) ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja!

continúa...

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